Indelebles en nuestra memoria

Juanito y Alfredo

En lo que se viene a llamar la Segunda Edad de Oro del Toreo hubo dos toreros que dividieron el gusto y los aplausos de los aficionados. Juan Belmonte y Joselito “El Gallo”, en una rivalidad que venía desde que ambos eran novilleros. Aquello terminó con la muerte de Joselito en la plaza de Talavera un 16 de mayo de 1920. Desde entonces en la Plaza de Toros de Madrid, el día siguiente a San Isidro, antes de acabar el paseíllo las cuadrillas de toreros, banderilleros y picadores, se desmonteran en señal de duelo, mientras el público guarda un respetuoso minuto de silencio que acaba con una atronadora ovación. Más de un turista despistado no sabe quién era Joselito “El Gallo”, ni porqué se respeta el rito, incluso algún aficionado tampoco, pero año tras año se repite esa tradición de respeto a un torero extraordinario que dejó su vida en la arena.

El público de Madrid, o una parte de él, siempre ha tenido fama de duro, ya sea en el teatro, en los toros o en el fútbol, al menos en el Bernabéu. Allí se ha pitado a todo el mundo. Desde Di Stefano, a Gento, de Butragueño a Zidane, nadie se ha librado de los pitos y las reprimendas de un público duro, sobre todo con los suyos, pero cuya exigencia es la base de los numerosos éxitos del RM.

Hace poco se nos ha ido Raymond Kopa, el pequeño Napoleón, y también se fueron Puskas, y Enriquito Mateos, Don Alfredo, Molowny, Grosso, Velázquez, Zoco y Vicente Betancor.  Y un 2 de abril de 1992 se nos fue Juanito en accidente de tráfico,  con 36 años, cuando regresaba a Mérida, donde era entrenador, después de ver al equipo de su vida en un partido de competición europea. Desde entonces, en todos los partidos de competición nacional o internacional, oficiales o amistosos, del RM o de la Selección española, en el minuto 7, el dorsal que llevaba Juan, se escucha un cántico que sale del graderío que nos recuerda a Juanito y que por muchos años que pasen desde que se fue, siempre estará con nosotros, porque nunca olvidaremos aquellos maravillosos saltos de alegría que permanecerán siempre indelebles en nuestra memoria. Porque parafraseando al Maestro Francisco de Quevedo, polvo serás más polvo (blanco) enamorado.

El caso de Juanito es único y singular, van a hacer, ya 25 años y, sin embargo, el Memorial de Fútbol aficionado que lleva su nombre, en su ciudad natal, Fuengirola, va por la vigesimosexta edición, ya se celebraba antes de que él faltara; y en las gradas de Chamartín ya se cantaba “Juanito maravilla”, antes que abandonara el club. Desde que llegó, a nadie se le escapaba que, a Juanito, a pesar de ser bajito, y no haberse besado nunca el escudo de la camiseta, como se hace ahora, le latía un corazón blanco más grande que a ninguno.

Juanito fue antes mito que leyenda.

2 comentarios

  1. Solo pedirle disculpas si por un casual cierto blog utiliza la misma foto, que por otro lado ya tenía previsto poner, como homenaje a Juanito. Nunca vistio nuestros colores pero siempre fue uno de los nuestros.

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