Por Fortuna

La primera vez que escuché tu nombre fue gracias a mi profesor de Lengua Española en el Instituto. Yo tenía 16 años, nos habló de tu autodidactismo, de tu amor por la lectura y de la gran maestría con la que escribías tu artículo diario. Desde entonces compraba el periódico, casi en exclusiva para leerte. Primero en EL PAIS, después en DIARIO16. Y tras un breve hiato en ABC, acabaste en EL MUNDO con tu maravillosa columna titulada Los Placeres y los Días, como homenaje a tu admirado Marcel Proust. Desde allí tu reinabas como Príncipe de las Letras, así te llamaba el auténtico Viejo Lobo, José Luis Martín Prieto. Y lo hacías con talento, dedicándole un giño a la realidad, recreándola de tal manera gracias a tu inimitable prosa poética, que conseguías que cualquier mala noticia se hiciera más digerible, más llevadera. Es cierto que intentabas epatar, pero lo hacías con los poderosos, con los ramplones, con los vulgares, con todos ellos fuiste inmisericorde. Sin embargo, la amistad, el arte, el amor, el sexo, la belleza en definitiva, te atraían, no podías vivir sin ella. Por eso siempre estabas rodeado de pintores, sobre todo abstractos, y de escritores, -La Tribu- como a ti te gustaba llamarla. Qué pocos escritores de éxito han amado y admirado tanto a sus compañeros como tú, dedicando buena parte de su obra literaria a dar difusión a las creaciones y personalidades de tus colegas de generación: Días Felices en Arguelles, Las palabras de la Tribu, Los Alucinados, Diccionario de Literatura, además de los libros dedicados a tus escritores favoritos: Larra, Ramón Gómez de la Serna, Oscar Wilde, Valle-Inclán, Cela, Lorca, Lord Byron, César González-Ruano y tantos otros. Desde que te fuiste, hace 10 años a engrandecer El Parnaso, aunque parece que  nada ha cambiado, dado que, el ser humano sigue siendo igual de cerril, despiadado y cavernícola, en el sentido más execrable de la palabra; sin embargo  todo ha ido a peor. Ya no contamos con tu Columna, para guarecernos de tanto espantajo, de tanto desatino y de tanta estulticia. Vamos Rumbo a Peor como vaticinó Samuel Beckett. De eso nos dimos cuenta cuando te marchaste, pero gracias a ti, también aprendimos a mirar al mundo con ternura, tal como lo hace el niño que no quiere crecer. Como no creciste tú, intentando regresar a Valladolid no como Don Francisco Umbral, premio Cervantes y Príncipe de Asturias, sino como Francesillo. Pero la gloria literaria estaba al acecho. Y a la Musa no le dejaste pasar de largo, por fortuna.
francisco umbral

Un comentario

  1. Ya ve usted diez años sin el Príncipe, y en este triste país practicamente casí nadie ha recordado esta efeméride, la pérdida de uno de nuestros clásicos, no produce ninguna reacción, pero así es este país. Estoy seguro que en las aulas, que con alguna honrosa excepción, en la que imparten su burrismo innato esa chusma que se autollaman docentes, ninguno de ellos sabrá ni siquiera quien era el Príncipe. Menos mal que esta usted para mantener encendida la llama de su recuerdo. Como siempre gracias. Un beso Viejo Lobo, porque, por lo menos para mí usted es el verdadero Viejo Lobo.

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